La combinación de teletrabajo y nomadismo digital está reconfigurando el mercado laboral latinoamericano: permite a empresas contratar talento en cualquier país, convierte a ciudades como Ciudad de México, Medellín, Buenos Aires o Cusco en hubs globales de trabajo remoto y obliga a los gobiernos a actualizar leyes laborales, políticas migratorias y regulación urbana. Pero este cambio también amplía brechas: entre formales e informales, entre quienes tienen buena conectividad y quienes no, y entre barrios que se valorizan y comunidades locales que sienten presión por la gentrificación.
1. Del experimento de pandemia a la normalidad híbrida
Antes de la pandemia, el teletrabajo en América Latina era marginal: alrededor del 3% de la fuerza laboral trabajaba de forma remota. Con las cuarentenas, la situación cambió drásticamente:
- La OIT estima que 23 millones de personas teletrabajaron en la región en el peor momento de la crisis, es decir, entre el 20% y el 30% de los asalariados que seguían trabajando.
- Un análisis del BID confirma que el teletrabajo pasó de ese 3% en 2019 a entre 10% y 35% de los trabajadores durante la pandemia, dependiendo del país.
Hoy el porcentaje ha bajado respecto al pico de 2020, pero se mantiene muy por encima de los niveles pre‑pandemia. Según datos recientes de la OIT citados por Bloomberg Línea, Colombia y Costa Rica figuran entre los países con mayor adopción de home office en la región, aunque ni siquiera alcanzan el 15% de los trabajadores, muy por debajo de estándares europeos (países nórdicos superan el 30%).
Algo clave: la OIT muestra que quienes más pudieron teletrabajar fueron trabajadores formales, con mayor nivel educativo y buen acceso a tecnología, mientras que los informales, jóvenes y de bajos ingresos tuvieron mucho menos acceso a esta modalidad y fueron quienes más sufrieron pérdida de empleo y horas trabajadas.
En paralelo, una revisión sistemática sobre teletrabajo en Latinoamérica concluye que, en general, la productividad aumenta con el teletrabajo, pero depende fuertemente del nivel de preparación digital y de la gestión de metas y procesos; también advierte sobre riesgos de fatiga, falta de separación trabajo‑vida y problemas de salud mental.
2. Cómo está cambiando la organización del trabajo en las empresas
El auge del teletrabajo en la región no fue solo una respuesta de emergencia: está transformando estructuras, procesos y cultura laboral.
a) Del modelo “oficina única” al talento distribuido
Cada vez más empresas latinoamericanas:
- Contratan talento en otros países de la región para roles 100% remotos, aprovechando diferencias de huso horario y costos salariales. Plataformas globales de contratación remota señalan que muchas compañías extranjeras también están fichando talento en LATAM específicamente para trabajar en modalidad home office.
- Adoptan esquemas híbridos (parte casa, parte oficina) como modelo permanente, no solo como transición post‑pandemia.
Esto está cambiando el concepto de “mercado laboral local”: un desarrollador en Lima, Medellín o Ciudad de México puede trabajar para empresas de Estados Unidos o Europa, mientras compañías latinoamericanas contratan perfiles en toda la región.
b) Productividad y organización del tiempo
Estudios internacionales muestran que el teletrabajo puede aumentar la productividad entre un 13% y 22%, y estiman mejoras totales del orden del 20–30% si se gestiona bien. En Latinoamérica, la revisión de estudios empíricos apunta en la misma dirección: mejora de productividad y eficiencia organizacional cuando hay buena infraestructura y normas claras.
Pero los riesgos también son evidentes:
- Jornadas extendidas y dificultad para “desconectarse”.
- Difuminación de límites entre hogar y trabajo.
- Estrés, aislamiento social y fatiga digital.
Por eso, muchas de las nuevas leyes de teletrabajo en la región incorporan explícitamente el derecho a la desconexión y obligaciones de respeto a horarios, algo que no existía antes.
c) Gestión de personas y nuevos modelos de liderazgo
El teletrabajo ha forzado a las empresas latinoamericanas a:
- Construir modelos de gestión por objetivos, en lugar de controlar solo presencia física.
- Invertir en capacitación digital para usar herramientas colaborativas y de videoconferencia.
- Rediseñar beneficios: menos énfasis en comedor y transporte, más en apoyo para internet, ergonomía y salud mental.
En muchas organizaciones, el liderazgo se está desplazando hacia estilos más basados en confianza, comunicación asíncrona y resultados, lo que cambia profundamente la cultura organizacional.
3. Nómadas digitales: América Latina como destino de trabajo global
El crecimiento del teletrabajo a nivel mundial ha disparado el nomadismo digital: profesionales que trabajan online para empresas de cualquier país mientras se mueven por distintos destinos. Se estima que en el mundo hay decenas de millones de nómadas digitales; Estados Unidos, España o Tailandia figuran entre los destinos más populares, pero América Latina viene ganando peso en este mapa.
a) Boom de visas para nómadas digitales
Cada vez más países latinoamericanos crean visas específicas para nómadas digitales o adaptan sus regímenes de residencia temporal para atraerlos:
- Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá y Uruguay ya cuentan con esquemas formales para nómadas digitales, con requisitos de ingresos mínimos mensuales (por ejemplo, alrededor de 1 500–3 000 dólares según país), seguros médicos y demostración de trabajo remoto para clientes o empresas extranjeras.
- Perú se sumó en 2025 con una Visa para Nómadas Digitales que permite hasta 365 días de estadía renovable para profesionales remotos extranjeros, con el objetivo explícito de posicionar al país como destino de trabajo remoto y fomentar intercambio económico y cultural.
Estas visas reconocen que el nómada digital no compite por empleo local sino que trae ingresos desde el exterior y los gasta en alojamiento, alimentación, ocio y servicios.
b) Nuevos hubs de trabajo remoto en la región
Artículos y rankings de destinos remotos destacan una serie de ciudades latinoamericanas que se están consolidando como hubs para trabajo a distancia:
- En México, Tulum, Playa del Carmen, Cabo San Lucas y Ciudad de México combinan buena conectividad, infraestructura de coworking y vida cultural, atrayendo a miles de trabajadores remotos, especialmente de Norteamérica y Europa.
- En Colombia, Medellín se ubica entre las 100 mejores ciudades del mundo para nómadas digitales y es la mejor pontuada de la región; se beneficia de su clima, costos moderados, buena conectividad y políticas que facilitan visas y emprendimiento.
- En Perú, Cusco está emergiendo como base para trabajadores remotos que combinan reuniones virtuales con turismo en el Valle Sagrado y Machu Picchu; la diferencia horaria con Europa permite jornadas “partidas” (trabajar por la mañana y hacer turismo por la tarde).
- En Guatemala, Antigua y el lago Atitlán, y en República Dominicana, destinos como Punta Cana y Santo Domingo, atraen remotos gracias a buena conectividad, oferta de cafés y coworkings, y opciones de alojamiento medio‑largo plazo.
Estos lugares están desarrollando ecosistemas de coworkings, cafés con WiFi robusto, colivings y servicios orientados al remoto, lo que genera un nuevo tipo de economía local vinculada al trabajo global.
4. Nuevos mapas urbanos: coworkings, barrios y gentrificación
El boom de teletrabajo y nomadismo digital no solo cambia empresas, también reconfigura las ciudades.
a) Expansión (aún incipiente) de espacios de coworking
Ciudades como Ciudad de México, São Paulo, Bogotá y Santiago de Chile concentran la mayor presencia de coworkings corporativos de la región. Sin embargo, incluso allí, los espacios flexibles representan todavía menos del 5% de la superficie total de oficinas.
Aun así, la tendencia es clara:
- Mayor demanda de oficinas flexibles y por horas, tanto por empleados remotos locales como por nómadas digitales.
- Aparición de redes regionales de coworking que permiten a una persona usar espacios en varios países con una sola suscripción.
Este modelo complementa el teletrabajo en casa: muchos trabajadores remotos alternan entre home office, coworkings y cafés, redefiniendo la idea de “lugar de trabajo”.
b) Gentrificación y tensión social en barrios “de moda”
El fenómeno de los nómadas digitales también tiene un lado oscuro. En varias ciudades latinoamericanas se está vinculando su llegada con procesos de gentrificación:
- En Ciudad de México, académicos y medios señalan que la llegada masiva de nómadas digitales, junto con el auge de alquileres temporales tipo Airbnb, está empujando al alza los precios de la vivienda en barrios céntricos y tradicionales, contribuyendo al desplazamiento de residentes de menores ingresos.
- Se han registrado protestas bajo consignas como “Nomadismo digital es racismo estructural”, criticando políticas públicas que promocionan la llegada de extranjeros con salarios en dólares o euros mientras vecinos locales ven cómo se encarecen alquileres y servicios.
- En ciudades como Medellín y Buenos Aires, estudios y reportes periodísticos vinculan el aumento de viviendas en alquiler temporal (por ejemplo, un crecimiento del 38% en Medellín en un año) con presión al alza en los precios de renta de largo plazo.
La gentrificación no es causada solo por los nómadas digitales; está ligada a políticas urbanas, inversión inmobiliaria, turismo masivo y regulación laxa de alquileres temporales. Pero el teletrabajo global acelera este proceso al permitir que profesionales con salarios de países ricos compitan en mercados de vivienda de países de ingresos medios.
5. Un nuevo marco legal: leyes de teletrabajo y visas específicas
La ola de teletrabajo obligó a los gobiernos latinoamericanos a ponerse al día:
a) Regulación del teletrabajo
Antes de 2020, solo algunos países contaban con marcos más o menos estructurados (Colombia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Perú, entre otros). Con la pandemia:
- Catorce países de la región ya disponen de normas específicas sobre teletrabajo o trabajo a distancia.
- Se han aprobado leyes o reformas en Argentina, Chile, México, Uruguay, Paraguay, y se han actualizado marcos previos en Colombia y Perú, entre otros.
En general, estas leyes:
- Definen qué se entiende por teletrabajo o trabajo remoto.
- Aseguran que el teletrabajador mantiene los mismos derechos laborales que un trabajador presencial (salario, protección social, sindicalización).
- Regulan quién asume los costos de equipos, conectividad y herramientas.
- Incorporan el derecho a la desconexión, límites de jornada y medidas de salud y seguridad en el trabajo remoto.
Este marco es clave para evitar que el teletrabajo sea utilizado para precarizar relaciones laborales o desplazar obligaciones del empleador al trabajador.
b) Visas de nómadas digitales
En paralelo, muchos países han entendido que los nómadas digitales pueden ser un activo económico y cultural si se gestionan bien, y han lanzado visas específicas con requisitos claros de:
- ingresos mínimos desde el extranjero,
- seguro médico,
- ausencia de antecedentes penales,
- no realización de actividades laborales para el mercado interno.
Este tipo de visa intenta captar consumo, impuestos indirectos e intercambio de conocimiento, minimizando el impacto sobre el empleo local. Perú, por ejemplo, justifica su nueva visa de nómadas digitales como herramienta para posicionarse como destino atractivo para talento internacional y fomentar crecimiento ordenado del trabajo remoto en el país.
6. Brechas, riesgos y desafíos pendientes
Aunque el relato del teletrabajo y del nomadismo digital suele ser optimista, en América Latina enfrenta limitaciones estructurales.
a) Brecha digital y desigualdad
El BID recuerda que solo alrededor del 13% de la población de la región tiene acceso a banda ancha fija, mientras que cerca del 70% depende únicamente de banda ancha móvil, muchas veces de baja calidad. Además:
- Una proporción importante de trabajadores carece de equipos adecuados o habilidades digitales para trabajar a distancia.
- El teletrabajo se concentra en sectores de servicios profesionales, administrativos y tecnológicos, dejando fuera a la mayoría de trabajadores informales, de comercio minorista o servicios presenciales.
Si no se invierte agresivamente en conectividad, habilidades y formalización laboral, el teletrabajo puede profundizar brechas entre un segmento privilegiado que accede a empleos remotos bien remunerados y una mayoría que sigue atrapada en trabajos precarios sin posibilidad de flexibilizarse.
b) Salud mental y derechos laborales
Los estudios latinoamericanos sobre teletrabajo subrayan:
- Problemas de fatiga, estrés y dificultad para separar vida personal y laboral.
- Riesgos de jornadas excesivas y disponibilidad permanente, si no se respetan límites claros.
- Posible avance de formas de pseudo‑autoempleo encubiertas, si empresas trasladan a trabajadores a esquemas “freelance” sin garantías laborales, aprovechando la flexibilidad del trabajo remoto.
Aquí la clave está en la implementación real de las leyes, la fiscalización y el fortalecimiento de la negociación colectiva en entornos digitales.
c) Impacto urbano y social del nomadismo digital
El nomadismo digital trae divisas, pero también:
- Aumentos de renta en barrios específicos.
- Transformación del comercio local hacia servicios para visitantes de alto poder adquisitivo.
- Tensión cultural y percepción de exclusión entre residentes, que ven cómo su ciudad se vuelve inaccesible sin sentir que se benefician del proceso.
Muchas ciudades aún están en fase inicial de diseñar políticas que equilibren atracción de talento remoto con protección del derecho a la vivienda y preservación del tejido social local.
7. Oportunidades para América Latina: de la exportación de talento a los hubs regionales
A pesar de los desafíos, el teletrabajo y el nomadismo digital abren oportunidades estratégicas para la región.
a) Exportación de servicios sin migrar físicamente
Gracias al trabajo remoto, países latinoamericanos pueden:
- Exportar servicios profesionales y tecnológicos sin necesidad de migración masiva: desarrolladores, diseñadores, marketers, contadores, consultores legales, etc., trabajando desde Lima, Bogotá, Medellín, Santiago o Ciudad de México para empresas globales.
- Retener talento joven que antes veía la emigración como única vía para mejorar ingresos, permitiéndoles acceder a salarios en moneda fuerte mientras siguen viviendo en sus países.
Esto requiere fortalecer idiomas, habilidades digitales, ciberseguridad y marcos fiscales claros para evitar zonas grises.
b) Nuevos ecosistemas de emprendimiento y networking
La mezcla de talento local y nómadas digitales en ciudades como Medellín, Buenos Aires, Ciudad de México, Cusco, Antigua o Punta Cana genera:
- Comunidades de coworking con alto intercambio de conocimiento.
- Nuevos emprendimientos orientados a necesidades de remotos (colivings, servicios financieros, seguros, turismo slow).
- Redes profesionales transnacionales que pueden traducirse en proyectos, inversión y oportunidades para empresas locales.
c) Diversificación territorial
El teletrabajo también posibilita que el empleo de calidad se despegue de las capitales:
- Ciudades intermedias o destinos turísticos con buena conectividad (como Cusco, ciudades del interior de México, Antigua en Guatemala o regiones de playa en República Dominicana) pueden convertirse en centros de trabajo remoto, generando empleo local sin necesidad de grandes industrias contaminantes.
Si se acompaña de inversión en infraestructura, educación y planeamiento urbano, esta tendencia puede contribuir a descentralizar el desarrollo económico dentro de los países.
En América Latina, el teletrabajo y el nomadismo digital no son una moda pasajera: están redibujando quién puede trabajar para quién, desde dónde y bajo qué condiciones. La región ha avanzado rápido en regulación y en la creación de visas específicas, y algunas ciudades ya se consolidan como nodos globales de talento remoto. Sin embargo, la baja penetración de banda ancha fija, la alta informalidad laboral y la falta de políticas urbanas integrales muestran que el cambio todavía es parcial y desigual.
El gran reto hacia adelante será convertir estas tendencias en palancas de desarrollo inclusivo: invertir en conectividad y habilidades, proteger derechos laborales en la era remota, regular de manera inteligente el alquiler temporal y diseñar estrategias que permitan a las comunidades locales beneficiarse –y no solo sufrir– la llegada de trabajadores globales. Si se hace bien, América Latina puede pasar de ser solo un “escenario bonito” para trabajar con una laptop, a ser un verdadero protagonista en la economía global del trabajo distribuido.